La empatía ¿un arma políticamente correcta?



Nada más lejos… ni por lo correcto, ni por lo político, y mucho menos por lo políticamente correcto.
Es momento de elecciones… y creo que nunca me he sentido más lejos de los partidos políticos. Y no hablo de ideologías, no es lo mío, sino de comunicación. Online, offline, en medios tradicionales o digitales, en mítines o reuniones, por correo o en mi Time Line. ¿Saben los candidatos a quién se dirigen? ¿Son conscientes del público al que llegan en su comunicación? O, mejor aún ¿saben a quién se quieren dirigir?
Me temo que en ocasiones se dirigen a un público cautivo, sí, el de sus ya votantes; y en otras a un conjunto de “indecisos” (por cierto, menuda etiqueta) heterogéneo pero al que se comunican con un mensaje homogéneo. Indecisa, o más bien perpleja, ¿todos los votantes son iguales?
Y para muestra un botón: #emprenderiamejor, donde los candidatos invitados se dirigieron de manera global a un grupo diferenciado. Gracias y enhorabuena David (@dluquin)  y Pablo (@el_frau) por la oportunidad. Lo fue, aunque a más de uno se le convirtió en reto. ¿Cómo estando ante un público concreto, identificado, plenamente unido bajo intereses, conceptos y/o acciones se dirigieron a un público global, sin diferenciación… sin empatía? Sí, esa cosa llamada empatía.
Está de moda, o eso dicen los 2.800.000 resultados de Google, pero nunca una moda había captado tan pocos adeptos.
Gonzalo Álvarez (@ArtePresentar) detalla “45 preguntas que deberías hacerte tras tu presentación” y me quedo con la primera “Investigué y analicé las expectativas de la audiencia”. Que cada cual juzgue si lo hicieron o no. O mejor aún, traslademos esta idea a cualquier área de la comunicación ¿es tan descabellado? No lo creo. Eso, sí, con unos objetivos concretos que facilitarán la definición del público y nos ayudará a encontrar los canales y la bajada del mensaje adecuada para cada uno de ellos.
En Twitter, en un cartel, en la radio, en un mitin, en la web o en la publicidad postal. Diríjase a su audiencia: si no voy a una panadería a comprar manzanas, tampoco espero que me vendan pan en una frutería.